En el mundo corporativo, el manejo del fraude, tiene una connotación difícil de socializar. Esto es un obstáculo para el establecimiento de un adecuado «Programa de Prevención de Fraude». Establecer la adecuada percepción de control de fraude, tanto entre los colaboradores, como a todos los vinculados a una organización tales como; Clientes, Proveedores y/o terceros relacionados, requiere de una estrategia dirigida a enfocar los esfuerzos en minimizar la detección post mortem.

Hacer el seguimiento del riesgo reputacional es, en este contexto,  una necesidad de prevención de fraude. Pues permite medir cómo diferentes eventos pueden impactar negativamente la reputación de una organización. No sólo a través de la percepción del cliente final sobre los productos y/o servicios ofrecidos, si no, también de aquellos individuos  internos, externos ó una combinación de ambos, que comenten actos de fraudes, denominados «Perpetradores». uno de los factores para la selección de las empresas a defraudar, es en función a la percepción del control de fraude o la ausencia de este.

El código de ética define los objetivos y los principios de la empresa. Asimismo, es conveniente establecer unidades especializadas que tengan la experiencia para hacer auditorías de fraude y establecer un canal de denuncias para que se pueda reportar cualquier anormalidad en los procesos internos o externos de la organización. Igualmente establecer pautas de control interno que ayuden a identificar y evitar riesgos futuros en base a la tabulación adecuada de las detecciones.

Las organizaciones que cuenta con un adecuado Programa de Prevención de Fraudes, que incluye actividades pro-activas hacia el personal interno de la organización, así como a todos los relacionados, genera un estado reputacional de mayor acción ante estos flagelos, generando mayor percepción de control de fraude y disminuyendo la exposición a eventos de esta naturaleza.